Laborem exercens
Laborem exercens Sobre el trabajo humano | |||||
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Carta encíclica del papa Juan Pablo II![]() | |||||
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Fecha | 14 de septiembre de 1981 | ||||
Argumento | Sobre el trabajo humano en el 90.º aniversario de la Rerum Novarum | ||||
Encíclica número | 3 del pontífice | ||||
Fuente(s) | en latín, en español | ||||
Laborem exercens (en español, Sobre el trabajo humano, traducción literal, Al ejercer el trabajo)[1][2] es una encíclica escrita por el papa Juan Pablo II en 1981 cuyo tema es el trabajo. Forma parte del compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que remonta sus orígenes a la encíclica de 1891 Rerum novarum, de León XIII.[3] Según Primo Corbelli, Juan Pablo II «fue quien estudió y actualizó la cuestión [de la postura de la Iglesia en relación al trabajo] en profundidad» con este documento.[2]
Contexto
Para los papas se había vuelto costumbre publicar nuevos textos sobre asuntos sociales cada diez años desde Rerum novarum, para actualizar la doctrina social en relación a los tiempos modernos. Laborem exercens fue escrita en su 90.º aniversario y hace referencia a dicha encíclica y a otras posteriores.
El papa no pudo publicar el documento el 15 de mayo, el día del aniversario, por causa del intento de asesinato que había tenido lugar dos días antes. Por eso lo hizo unos meses después, en septiembre de 1981. Algunas de las tendencias mencionadas en el texto por Juan Pablo II son:
- El creciente uso de la tecnología, en especial la tecnología de la información. Juan Pablo II predijo que implicaría cambios comparables a la Revolución industrial del siglo anterior.[4]
- Problemáticas ambientales. El papa destacó que algunos recursos, en particular el petróleo, comenzaban a escasear. Además, la necesidad de preservar el medioambiente se estaba volviendo notoria.
- La gente de los países en vías de desarrollo que pide mayor participación en la economía global. Juan Pablo se mostró favorable a esta tendencia, pero mencionó su temor ante el hecho de que la amplia distribución del empleo podría llevar al paro a trabajadores capacitados.
Si bien no se menciona en la encíclica, probablemente Juan Pablo II pensaba en la fundación de Solidaridad, una central sindical de raíces fuertemente católicas en su Polonia natal en 1980. Juan Pablo conocía a Lech Wałęsa, el fundador de Solidaridad, y se reunió con él más de una vez durante una visita a su país en 1979.[5] Juan Pablo II ha defendido la existencia de los sindicatos y los consideró un «exponente de la lucha por la justicia social y un factor constitutivo del orden social y de solidaridad que no se puede prescindir».[6]
Dignidad del trabajo
Laborem exercens comienza con un argumento basado en las sagradas escrituras sobre que el trabajo es más que una actividad o un bien, sino una parte esencial de la naturaleza humana:
La Iglesia halla ya en las primeras páginas del libro del Génesis la fuente de su convicción según la cual el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra. [...] Cuando éste, hecho «a imagen de Dios... varón y hembra», siente las palabras: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla», aunque estas palabras no se refieren directa y explícitamente al trabajo, indirectamente ya se lo indican sin duda alguna como una actividad a desarrollar en el mundoLaborem exercens, II, 4[1]
El trabajo no es resultado del pecado de Adán, sino que fue dado a la humanidad desde el momento de la creación. Juan Pablo II argumenta que es esencial para la naturaleza humana y que «el hombre es sujeto de trabajo». Por eso considera vital humanizar el trabajo ante la presencia de las máquinas.[7]
El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como «imagen de Dios» es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo.Laborem exercens, II, 6[1]
Juan Pablo traza una diferencia entre trabajo y fatiga. El trabajo es una parte integral de la naturaleza humana, mientras que la fatiga, según el Génesis, fue una consecuencia del pecado. Ya no pueden ser separados, pero aún se puede encontrar el aspecto esperanzador y realizador del trabajo, que Juan Pablo denomina «laboriosidad»:
La intención fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que Él «creó... a su semejanza, a su imagen», no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan»,16 Estas palabras se refieren a la fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el «dominio», que le es propio sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra. [...] Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una vocación universal, lo saben todos los hombres.Laborem exercens, II, 9[1]
En el mundo moderno existen numerosas situaciones que tienden a degradar la dignidad del trabajo. Juan Pablo las llamó «amenazas al correcto orden de los valores». Por ejemplo, cuando el trabajo es considerado un producto para la venta, o cuando los trabajadores son vistos como una «fuerza de trabajo» impersonal, los hombres son tratados como instrumentos y no como sujeto de trabajo. Otras violaciones a la dignidad del trabajo incluyen desempleo, subempleo de trabajadores cualificados, salarios inadecuados para sostener la vida, seguridad laboral inadecuada y trabajo forzado.[8] Juan Pablo II contempla los beneficios de la tecnología, pero también su contracara negativa:
Entendida aquí no como capacidad o aptitud para el trabajo, sino comoun conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, la técnica es indudablemente una aliada del hombre. Ella le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera y lo multiplica. Ella fomenta el aumento de la cantidad de productos del trabajo y perfecciona incluso la calidad de muchos de ellos. Es un hecho, por otra parte, que a veces, la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del hombre, como cuando la mecanización del trabajo «suplanta» al hombre, quitándole toda satisfacción personal y el estímulo a la creatividad y responsabilidad; cuando quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados, o cuando mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre a ser su esclavo.Laborem exercens, II, 5[1]
Véase también
Referencias
- ↑ a b c d e Juan Pablo II (14 de septiembre de 1981). «Laborem exercens». Consultado el 23 de agosto de 2018.
- ↑ a b Corbelli, 2012, p. 44.
- ↑ Corbelli, 2012, p. 10.
- ↑ Corbelli,, p. 21.
- ↑ Repa, Jan (12 de agosto de 2005). «Analysis: Solidarity's legacy» (en inglés). BBC. Consultado el 23 de agosto de 2018.
- ↑ Corbelli, 2012, p. 48.
- ↑ Corbelli, 2012, p. 55.
- ↑ Corbelli, 2012, p. 45.
- Bibliografía
- Corbelli, Primo (2012). Doctrina Social de la Iglesia: Una síntesis para todos (segunda edición). Buenos Aires: Editorial Claretiana. ISBN 978-950-512-448-0.